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La taza llena

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Según una vieja leyenda, un famoso guerrero,  va de visita a la casa de un maestro Zen. Al llegar se presenta a éste, contándole de todos los títulos y aprendizajes que ha obtenido en años de sacrificados y largos estudios.  Después de tan sesuda presentación, le explica que ha venido a  verlo para que le enseñe los secretos del conocimiento Zen. Por toda respuesta el maestro se limita a invitarlo a sentarse y ofrecerle una taza de té. Aparentemente distraído, sin dar muestras de mayor preocupación, el maestro vierte té en la taza del guerrero, y continúa vertiendo té aún después de que la taza está llena. Consternado, el guerrero le advierte al maestro que la taza ya está llena, y que el té se escurre por la mesa. El maestro le responde con tranquilidad: —Exactamente se ñor. Usted ya viene con la taza llena, ¿Cómo  podría usted aprender algo? Ante la expresión incrédula del guerrero el maestro enfatizó: —A menos que su taza esté vacía, no podrá aprender nada.

La canasta de basura

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Una vez un hombre rico le entregó una canasta con basura a un hombre pobre, el hombre pobre sonrió y corrió con la canasta, la vació, la lavó, la llenó de flores y se la dio de vuelta. El hombre rico se asombró y le preguntó: ¿Por qué me ha dado flores, si yo le di basura? El hombre pobre dijo: Porque cada uno da lo que tiene en el corazón.

El Elefante Encadenado

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Cuando yo era pequeño me encantaban los circos, y lo que más me gustaba de los circos eran los animales. Me llamaba especialmente la atención el elefante que, como más tarde supe, era también el animal preferido por otros niños. Durante la función, la enorme bestia hacía gala de un peso, un tamaño y una fuerza descomunales... Pero después de su actuación y hasta poco antes de volver al escenario, el elefante siempre permanecía atado a una pequeña estaca clavada en el suelo con una cadena que aprisionaba una de sus patas.  Sin embargo, la estaca era sólo un minúsculo pedazo de madera apenas enterrado unos centímetros en el suelo. Y, aunque la cadena era gruesa y poderosa, me parecía obvio que un animal capaz de arrancar un árbol de cuajo con su fuerza, podría liberarse con facilidad de la estaca y huir.  El misterio sigue pareciéndome evidente.  ¿Qué lo sujeta entonces?  ¿Por qué no huye?  Cuando tenía cinco o seis años, yo todavía confiaba en la sabiduría de los...

La isla de los sentimientos

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  Erase una vez una isla donde habitaban todos los sentimientos: la Alegría, la Tristeza y muchos más, incluyendo el Amor. Todos los sentimientos estaban allí. A pesar de los roces naturales de la convivencia, la vida era sumamente tranquila, hasta previsible. A veces, la Rutina hacía que el Aburrimiento se quedara dormido, o el Impulso armaba algún escándalo; otras veces, la Constancia y la Convivencia lograban aquietar al Descontento. Un día, inesperadamente para todos los habitantes de la isla, el Conocimiento convocó una reunión. Cuando por fin la Distracción se dio por enterada y la Pereza llegó al lugar de encuentro, todos estuvieron presentes. Entonces, el Conocimiento dijo - “Tengo una mala noticia para darles... la isla se hunde..." Todas las emociones que vivían en la isla dijeron: - “¡No! ... ¿Cómo puede ser? …¡Si nosotros vivimos aquí desde siempre!!!!” Pero el Conocimiento repitió: - “La isla se hunde” - ¡Pero no puede ser!!! Quizás estás equivocado!!!” ...

Kafka y la muñeca viajera

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  Un día, Franz Kafka caminaba por un parque de Berlín cuando conoció a una niña que lloraba porque había perdido su muñeca favorita. Ella y Kafka buscaron la muñeca sin éxito. Kafka le dijo que se encontrara con él allí al día siguiente porque volverían a buscarla. Al siguiente día, cuando aún no habían encontrado la muñeca, Kafka le dio a la niña una carta “escrita” por la muñeca, que decía: “por favor no llores. Hice un viaje para ver el mundo que te escribiré sobre mis aventuras”. Así comenzó una historia que continuó hasta el final de la vida de Kafka. Durante sus reuniones, el escritor leía las cartas de la muñeca, cuidadosamente redactadas, con aventuras y conversaciones que la niña encontraba adorables. Finalmente, Kafka trajo la muñeca —compró una— que había regresado a Berlín. “No se parece a mi muñeca en absoluto”, dijo la niña. Kafka le entregó otra carta en la que supuestamente, la muñeca escribió: “mis viajes me han cambiado”, la niña abrazó a la nueva muñeca y la lle...

El mito griego de la Flor de Loto

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  En la mitología griega, los lotófagos (los que comen loto), era un pueblo mítico que los antiguos identificaban con los habitantes de una población al nordeste de África. Según la tradición, este alimento provocaba la pérdida de memoria, y de ahí la vieja creencia de comer flores de loto para olvidar. Cuenta la leyenda que una bella Diosa se perdió en un bosque hasta llegar a un lugar donde abundaba el fango, denominado loto, donde se hundió. Este espacio había sido creado por los Dioses para los seres cuyo destino había sido fracasar en la vida, pero la joven luchó durante miles de años hasta que logró salir de allí convertida en una bella flor de loto simbolizando el triunfo de la perseverancia ante situaciones adversas.

La Mariposa

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  Un día de primavera, un viajante descansaba tranquilamente al borde del camino bajo un árbol. Mirando la naturaleza que le rodeaba, observó cómo la oruga de una crisálida de mariposa intentaba abrirse paso a través de una pequeña abertura aparecida en el capullo. Estuvo largo rato contemplando cómo la mariposa iba esforzándose hasta que, de repente, pareció detenerse. Tal vez la mariposa –pensó aquel hombre- había llegado al límite de sus fuerzas y no conseguiría ir más lejos. Así que, decidido a ayudar a la mariposa, cogió unas tijeras de su mochila y ensanchó el orificio del capullo. La mariposa, de esta forma, salió fácilmente. Su cuerpo estaba blanquecino, era pequeño y tenía las alas aplastadas. El hombre, preocupado, continuó observándola esperando que, en cualquier momento, la mariposa abriera sus alas, las estirara y echara a volar. Pero pasó el tiempo y nada de eso ocurrió. La mariposa nunca voló, y las pocas horas que sobrevivió las pasó arrastrando lastimosamente su cu...